domingo, 30 de noviembre de 2014

Te regalo una historia de amor.

Esta es, posiblemente, la mayor historia de amor jamás contada. Bienvenido, lector:

Capítulo 1
      
―Cariño, papá y yo estamos listos para salir ―anunció la señora Lawson desde el gran salón.
El sol del atardecer penetraba por las ventanas rectangulares de cristal tintado. Sam se hallaba ultimando su imagen frente al enorme espejo del baño; un poco de gomina para dar a su cabello un aspecto fresco, unas gotas de after shave sobre su barba recién afeitada y un par de pulverizaciones de su perfume favorito, Nº 1, de Clive Christian, un regalo de su novia Ashley en su vigésimo cuarto cumpleaños.
―Que empiece el desfile de falsas apariencias… ―musitó a la par que forzaba sus labios para ensayar la imagen que debía dar ante el centenar de invitados.
Los padres de Sam celebraban sus bodas de plata en el gran Hotel Park Hyatt, una ocasión especial que deseaban compartir con la alta sociedad de Sydney. El señor y la señora Lawson eran dos de los cirujanos plásticos más reconocidos del país. Ambos trabajaban en la prestigiosa consulta que el doctor Lawson abrió hacía más de treinta años en el mismísimo corazón de la ciudad. Famosos del celuloide y grandes políticos confiaban su físico al matrimonio, seguros de que los buenos resultados estaban garantizados al cien por cien.
Peter se había especializado en las intervenciones de elevación y aumento de pecho; su técnica mamolifting era una bendición para las mujeres que querían evitar la famosa cicatriz en forma de T que estas operaciones conllevaban. Definitivamente eran sus intervenciones estrella.
Sarah, por otro lado, se especializó en tratamientos quirúrgico faciales, tales como rinoplastias, liftings, aumento de labios y en general todo lo relacionado con el rejuvenecimiento del rostro.
Y como no, luego estaba Sam. Hijo único de la pareja y, por lo tanto, heredero del imperio Lawson.
Sam acababa de finalizar sus estudios en medicina, indiscutiblemente empujado por la insistencia de sus padres. No es que le disgustara el trabajo de médico, mas a veces dudaba que la especialidad de cirugía plástica fuera lo mejor para él. Durante el último curso había hecho prácticas en hospitales infantiles y el trato con niños enfermos era lo que más satisfacción le había proporcionado. La apabullante velocidad de los chavales a la hora de reponerse de una operación, su incansable fuente de energía y la sonrisa que le dedicaban cada vez que les gastaba una broma, eran suficientes para que el joven finalizara su jornada con cierta sensación de gozo.
Lo malo era que sus padres ya habían elegido por él, y Sam estaba destinado a seguir los pasos de la familia. Aquel sería su último año sabático antes de comenzar a trabajar seriamente en la clínica y, aunque a veces ayudaba a sus padres en la sala de operaciones, tenía la firme intención de aprovechar los últimos seis meses que le quedaban de libertad para disfrutar al máximo.
Sam bajó las amplias escaleras en forma de C a toda prisa, deslizando su mano derecha por el pasamanos de madera noble. El matrimonio esperaba impaciente en la entrada principal, bajo la enorme lámpara con forma de araña que iluminaba la sala al completo.
―Cariño, vamos a llegar tarde ―le dijo la señora Lawson a su hijo cuando este se acercó a ella para darle un sonoro beso.
―Estás preciosa, mamá. Pareces una reina.
―Gracias, hijo ―respondió su madre mientras estudiaba la imagen impecable de su primogénito―. Deja que te coloque bien la pajarita. Está un poco torcida.
―Mamá, deja de tratarme como a un niño. Sé cómo colocar una dichosa pajarita ―dijo Sam aproximándose al grandioso espejo bañado en plata que colgaba sobre una de las paredes laterales de la sala―. Llevo haciéndolo desde que tenía diez años y la verdad, empiezo a estar cansado de estos trajes incómodos. No me permiten una movilidad plena en los brazos y apenas puedo respirar con este nudo en la garganta.
Sarah era una mujer perfeccionista. Le gustaba que sus dos hombres lucieran siempre una imagen impecable. “Si queremos que los pacientes confíen en nosotros, debemos ser los primeros en mostrarnos impolutos” solía decir. La señora Lawson nunca había necesitado pasar por el quirófano. Siempre había sido una mujer hermosa y ahora, a sus cuarenta y nueve años recién cumplidos, tan solo había necesitado alguna que otra inyección de botox para disimular las finas líneas de expresión.
Para aquella noche tan especial, Sarah había elegido un bonito vestido de encaje morado, ajustado perfectamente a su delgada figura y que le llegaba hasta los pies. El diseñador libanés Abed Mahfouz era uno de sus preferidos, por la armonía de colores y la delicadeza de sus telas.
―Será mejor que te acostumbres, hijo –intervino su padre―. Ya sabes cómo se las gasta tu madre cuando le llevas la contraria.
El señor Lawson hizo un guiño de complicidad a Sam. Él tampoco se sentía cómodo ataviado con aquel esmoquin de Brioni, pero tenía muy claro que la ocasión lo merecía. En resumidas cuentas, la señora Lawson no tenía más que recordarle lo atractivo que estaba su marido vestido a lo James Bond para que este se convenciese de que así era.
Peter tenía diez años más que su mujer. Ambos se conocieron en una fiesta que un amigo de él daba en su lujoso piso de Walsh Bay. Los padres de Sarah fueron invitados como parte de la alta sociedad australiana y ella, obligada por la insistencia de sus progenitores, asistió con poco entusiasmo al evento, pues sabía que ninguna de sus amigas acudiría. Una vez allí, y cuando sus mayores se hallaban enfrascados en conversaciones de política, Sarah salió al balcón para respirar un poco de aire fresco. A los pocos minutos, mientras observaba embelesada las luces al otro lado de la bahía, un joven se acercó por su espalda y, sin mediar palabra, colocó su chaqueta sobre los hombros temblorosos de ella.
Sarah se giró sorprendida por el atrevimiento del muchacho, en cambio, nada más posar sus ojos sobre los de él, quedó prendada de su delicadeza y caballerosidad. Estuvieron más de una hora sentados y conversando en un recodo de la terraza, hasta que los padres de Sarah la encontraron admirando las estrellas muy acaramelada junto a aquel extraño. Sin ser consciente, Sarah se llevó a casa la chaqueta del joven, la cual contenía toda la documentación del muchacho. Aprovechó la confusión como excusa perfecta para volver a quedar con Peter al día siguiente y devolverle la prenda.  Desde aquel instante jamás se separaron.
Cuando Sarah  finalizó sus estudios en medicina, Peter le pidió matrimonio y, por supuesto, la recibió con los brazos abiertos en su recién inaugurada clínica de estética. Años después, y con mucho esfuerzo, ambos crearon el emporio Lawson´s Surgery.
El mayordomo de la casa, Jeffry, abrió la enorme puerta de la entrada que daba acceso directo al formidable jardín de la mansión. La noche era húmeda, por ello la señora Lawson se echó por encima de los hombros su chal de cachemira. Su marido le ofreció el brazo para ayudarla a bajar las escaleras, siempre atento a las necesidades de Sarah.
El chofer esperaba de pie, junto a la puerta trasera del Bentley Continental. Su elegante traje de color negro resaltaba con los guantes blancos impolutos que abrieron la puerta de la señora Lawson para facilitarle la entrada. A continuación se dirigió con paso rápido al lado contrario del automóvil para ceder el paso al señor Lawson.
―¿Hijo, no vienes con nosotros? ―preguntó Sarah desde la ventana al ver que Sam esperaba plantado frente a la puerta.
―Prefiero ir en mi coche. Tal vez tenga que acompañar a Ashley a su casa más tarde.
La señora Lawson dedicó una sonrisa cómplice a su hijo antes de elevar la ventana ahumada de su lado. El coche se fue alejando de forma paulatina hasta perderse entre la arboleda que conducía al exterior de la finca.
―Jeffry, ¿podrías traerme las llaves del Maserati? ―le pidió al mayordomo.
―En seguida, señor.
Sam quería sorprender a su novia con el juguete nuevo que sus padres le habían regalado por finalizar la facultad pero, sobre todo, ansiaba darle en las narices al envidioso de Walter, amigo de la infancia y uno de los mayores maníacos de las cuatro ruedas. Walter formaba parte de esos individuos capaces de hacer gala de una sincera expresión de dulzura mientras que en su fuero interno un cúmulo de celos le consumía las entrañas.
―Aquí las tiene, señor ―anunció Jeffry entregándole las llaves―. ¿Desea que le traiga el coche hasta la puerta?
―No es necesario, amigo. –Y con una palmadita de agradecimiento en el hombro, Sam se despidió de su fiel mayordomo―. Buenas noches.
―Buenas noches, señor. Que pase una bonita velada.
Sam se acercó hasta el garaje en la parte lateral de la mansión y, una vez allí, no pudo evitar quedarse un rato admirando la potente máquina que estaba a punto de estrenar. Más de cuatrocientos cincuenta caballos aspirando a cabalgar a toda potencia sobre el asfalto de un circuito cerrado. Se frotó las manos imaginando la cara de Walter cuando lo viera aparecer en el interior de aquel monumento motorizado.
Subió al coche y aspiró el embriagador olor de la tapicería de piel recién estrenada. Adoraba aquel aroma a nuevo. A lo largo de sus veinticuatro años, Sam se había acostumbrado a percibir esa misma fragancia cada cierto tiempo, dado que a su padre no le gustaba conducir el mismo coche más de dos años. La familia estrenaba auto nuevo cada dos por tres.
No era el primer coche que Sam conducía. Antes del Maserati llevó un Porsche, pero decidió cambiarlo por un diseño más elegante y sofisticado.

El joven dio al contacto y el rugir del motor sonó como música para sus oídos. Pisó el acelerador varias veces para deleitarse con el sonido e instintivamente  una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro. Cuando decidió salir del garaje, no lo hizo de manera pausada como lo habría hecho su chofer, sino que deslizó las ruedas sobre el suelo resbaladizo de la cochera dejando un rastro negro en las baldosas. Desde la entrada, Jeffry observaba al heredero Lawson avanzar a toda prisa tras una estela de polvo. CONTINUARA...

SI TE APETECE SEGUIR CONOCIENDO LA HISTORIA DE SAM, POR FAVOR, DEJA TU COMENTARIO Y CADA DOMINGO SUBIRÉ UN EPISODIO.

lunes, 17 de noviembre de 2014

XIV Semana novela histórica de Cartagena

El pasado 25 de Octubre clausuró la XIV Semana de la Novela Histórica de Cartagena que se celebró en el Aula de Cultura de Caja Murcia los días 22, 23, 24 y 25. Las jornadas contaron con la presencia de la escritora Carmen Posadas, que presentó su última novela "El testigo invisible".

El miercoles 23, le llegó el turno a la novela romantico-histórica, donde tuve el gran placer de participar con otras tres escritoras de este género loterario: Amber Lake "Buscando a la esposa perfecta", Marisa Grey "Cadena de favores" y Lola Gutierrez "PLaya de poniente".

Durante la más de una hora que duró nuestra ponencia, se trató el tema de la romántica dentro del género histórico y de cómo el mundo de la cultura se mantenía en cierto modo apartado del románce, por ser este considerado literatura rosa. Las autoras allí presentes defendimos la importancia de las historias de amor dentro de cualquier género, ya sea histórico, ficción, fantasía o novela negra. Desde allí se nos dio la oportunidad de animar a los lectores allí presntes a consumir este tipo de literatura, pues al igual que la novela puramente histórica, los autores de romance también necesitan documentarse y viajar a aquella época para argumentar sus novelas.

Debo decir que mi experiencia en este sentido fue de lo más motivador. Y desde este portal me gustaría animar a los lectores a seguir consumiendo nuestra literatura, ya sea histórica o romántica, pues lo importante de todas ellas es que nos hagan sentir, nos evadan y nos transporten a un mundo diferente.
 




Crónicas de las #JAR.

Todo comienza el viernes 14 de Noviembre, cuando cuatro fenómenos (Regina Roman, Loli Diaz, J.R. Gálvez y Rafael Orellana) deciden celebrar las Jornadas Ándalus Romántica #JAR. Resuelven organizar estas jornadas en el fantástico Hotel Málaga Palacio, donde, tras duros meses de comederos de cabeza y trabajo a destajo, consiguen reunir a grandes escritoras y lectoras del mundo de la romántica.


El trabajo y la lejanía me impidieron estar esa noche en Málaga, aunque no penséis que perdí el tiempo, pues pasé la velada en buena compañía y tapeando por mi adorada Granada.
A la mañana siguiente, y bien tempranito, nos dirigimos a Málaga.  Checking en el Hotel y a por mi pase a las JAR.
Y mira tú por donde, que nada más llegar me encuentro con quien más ilusión me hacía conocer en persona y que aún no había tenido oportunidad: Lola P. Nivea. Para mí, una de las mejores escritoras del panorama romántico.


Comienzan las jornadas y nos encontramos con una primera mesa formada por editores/as de Versátil, Plaza & Janes, Esencia, y Titania. En esta mesa se tratan las distintas campañas de marketing editorial.
Debo admitir que se me escaparon algunos puntos de este debate, pero claro, tenía al lado a Megan Maxwell (que por cierto no dejó de firmar libros ni un minuto) y ya la cosa se desparramó junto con Patricia Sutherland y Connie Jett.



Después entró Megan a escenario y por fin pudimos escuchar sus experiencias y vivencias como la escritora que más romántica vende en España.
Hora de comer, y la cosa no quedó ahí, porque si ya habíamos pasado un rato estupendo con Megan, ahora venía el cachondeo padre de Noelia Amarillo, Noe Casado, Ana Iturgaiz, Elena Castillo, Rosario Tey y Patricia. Comer... comimos, pero reírnos.... hasta que nos dolieron las entrañas.


Por la tarde, la tertulia continuó con unos autores de auténtico lujo: Jerónimo Tristante, Lucinda Grey, Ana Iturgaiz y Jorge Diaz. Si ya creíamos que nos lo habíamos pasado bien a más no poder, resulta que llega Jerónimo y nos hace llorar a todas las allí presentes con su buen humor y cachondeo. Creo que nadie salió de la sala sin haberse llevado una grata impresión con este autor.


Por último llegó la guinda final. Una ocasión especial a la que muchos de nosotros no dudamos en participar. Cóctel temático años 20. De nuevo risas, anécdotas y un no parar de bailar con gente muy especial...


¿Que si se me quedó corto el encuentro? Pues sí ¿Que si pienso repetir el año que viene? Por supuesto ¿Que quieres apuntarte al próximo? No lo dudes.

Hasta el año que viene #JAR15